Quiero escribir y no encuentro las palabras. Igual, a ella le gusta cuando las cosas simplemente surgen. Nada muy planeado, nada muy cargado, nada que empalague, la justa medida, lo sincero, lo real, lo palpable aún a miles de kilómetros de distancia. Eso es lo que a ella le gusta. Es lo que me dijo una vez.
Sus ojos de color marrón y verde son aún más hermosos cuando la felicidad puede verse en ellos, y me encanta ser quien genera esa felicidad con un detalle. Amo sus reacciones inesperadas, sus conversaciones no planeadas como oasis en la rutina mundana, sus chistes siempre dispuestos a sacarme una carcajada, sus sonrisa siempre dispuesta a aparecer cuando digo algún comentario gracioso. Siempre que estamos juntos el día mejora, por muy mal que vaya este.
¿Estoy loco por sentir esto? Ya lo he pensado y a veces creo que lo estoy y de remate, pero, al final, ¿qué importa? Es lo que me sucede y soy feliz con ese sentimiento que se alimenta de las pequeñas cosas que compartimos y de la esperanza posible del encuentro cercano.
Un día será, y está cada vez más cerca. Es lo que quiero creer cada vez que hablamos del tema y me invita a su azotea a ver el puente de concreto pretensado de enorme envergadura que pasa cerca de su casa, iluminado por la Luna reflejada en el agua debajo de este, y caminar por la vereda con mi mano en su cintura copiando a su mano en la cintura mía, como bien diría Drexler.
Un día, un día sucederá y será grandioso, aún más de lo que ya es.
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