Me parecés como un atardecer.
Sos hermosa, como para apreciar en cámara lenta, como para apreciar por siempre, para fotografiar todos tus ángulos, para guardarte en el recuerdo del día a día.
Mas sos un atardecer lejano, de esos que simplemente podés admirar pero no disfrutar plenamente, un atardecer que evoca lo más lindo del mundo, pero que por alguna razón no podés disfrutar del todo.
Te veo y estás ahí con tus matices de marrón en las ventanas del alma, ahí en el horizonte como Sol tímido. Estás en el horizonte, tan cerca y tan lejos, tan aquí y tan allá. Somos parte del mismo plano pero estamos distantes. Somos parte de la misma dimensión, en distintos puntos. Puntos que un día deberían juntarse, a pesar de cualquier ley universal.
Y se unen, en una fracción de tiempo (e incluso espacio, si lo queremos), aunque sigamos en los mismos puntos separados. Sos el atardecer, sí, lejano, pero que en ese preciso momento coincide conmigo y me deja admirar su belleza y me deja sonreir como tonto simplemente por compartirlo, por ser un ínfimo momento dedicado a mí, mínimo pero mío.
Y anhelo por crepúsculos más cercanos.
"Y una voz que andaba por ahí me dijo: Tiempo al tiempo".
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