Este es el Castillo de Cartas


Un castillo de cartas.
Frágil, si piensa en el que está hecho de naipes.
Interesante, si piensa en uno hecho de epístolas.
Este cae en ambas descripciones.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Tarde de Cielos Naranja

Corrieron apresurados a abordar el colectivo, eran cerca de las 17:30 y acababan de terminar las clases del día. Roberto acompañaba a su novia Cecilia hacia su casa, como lo había hecho desde un tiempo acá. Amaban pasar tiempo juntos, y la jornada de estudio en el colegio, los recreos, y los papelitos a media clase no eran suficientes para ellos.

Abordaron apresurados el bus, y se sentaron juntos casi al final de aquel transporte. Hablaron de todo y de nada, de las bromas que se habían jugado entre compañeros, sobre la excursión que se venía para la graduación del bachillerato, sobre lo quebrado que habían salido en los últimos exámenes, sobre lo mucho que se querían, sobre las ilusiones que tenían, y dejaron de hablar, se miraban uno al otro, se besaron, para terminar el viaje, ella recostada sobre el pecho de él, apacibles, simplemente estando allí.

Bajaron, como buen caballero, la ayudó a bajar, y emprendieron el camino a la casa de Cecilia. Roberto, como suele suceder en esta época de bachillerato, no era muy querido por los papás de ella, que por su apariencia, que por su edad (ya que era 3 años mayor que ella), por una cosa y por otra, no caía en gracia que la niña de la casa estuviera demasiado cerca de alguien así, aunque todo fuera producto de su sobreprotección…

Nadie sabía de su amor secreto, excepto por la amiga confidente que nunca falla, y el grupito del bacil del aula; sus padres no debían saberlo…

Llegaron a la esquina que daba a su casa, eran ya las 18:00. El tiempo parecía ser insuficiente para tanto que parecía ser necesario decir y hacer. “Se hace tarde” – dijo Roberto, y se acercó a ella, y la besó de nuevo como si no fuera a verla jamás… Cerraron los ojos, mas al abrirlos, a las espaldas de Roberto una sombra se asomó, y Cecilia simplemente demudó el rostro y quedó sin habla. Era papá.

Ambos pudieron ver como la ira de aquel hombre frente a ellos, crecía y crecía, aun conteniéndola como le fuera posible a él. No pudo más y profirió un par de maldiciones para él y su progenitora, agarró a Cecilia del brazo fuertemente, y entraron a casa; dejando a Roberto asustado, sorprendido y triste, pensando que podría pasar detrás de esa puerta después de lo que ese hombre había visto tan de cerca y de primera mano.

Roberto no durmió esa noche, pensando en todas las cosas que le pudieron haber dicho a Cecilia, en todas las dificultades que tendría de ahora en adelante para poder estar un momento con ella, para poder platicar como usualmente lo hacían, para poder sentir su cabello entre sus manos, para poder acariciar su rostro mientras se recostaba sobre su hombro, para poder sentir de nuevo sus labios rosa… Y de tanto pensar, pudo finalmente dormir.

Llegó la mañana del siguiente día, y al haberse dormido de madrugada, Roberto despertó tarde, y llegó tarde al colegio. Al poder entrar al aula, saludó al profesor en turno, y su mirada rápidamente la buscó y la vio, radiante como siempre, con el reflejo del sol frente a ella, lo cual la hacía ver aún más brillante.

Esperó pacientemente al recreo para poder buscarla; al menos en el colegio no tendría problemas para hacerlo.

Llegó a su pupitre, y se vieron fijamente sin decir nada. Después de un minuto así, ella se abalanzó sobre él, y se abrazaron como cuando ha pasado un largo tiempo de ausencia… “Ayer platicamos toda la noche” – dijo Cecilia - “al final, mi padre entendió que te quiero y que sos una persona especial para mí, que no debemos de andar a escondidas, y que si él y yo tenemos amistad, debe aceptar y entender lo que yo siento, como lo que yo siento por vos. Al final, él lo aceptó, podemos seguir como siempre.”  Y volvió a abrazarlo.

El corazón de Roberto, sintió un alivio enorme, y se sintió de nuevo seguro, se sintió de nuevo feliz porque no perdería eso tan especial que habían creado con Cecilia, ese vinculo especial que hacia tan insuficiente el tiempo y las palabras, no perdería su presencia que lo alimentaba en medio de álgebra y literatura antigua, que no perdería su cabello negro entre sus dedos, en las tardes de cielos naranja, cuando fueren de regreso a casa…

Viernes, Septiembre 10, 2010

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