Salía de clases, y se dirigía a verla. El corazón a medida se acercaba el colectivo a su casa, se aceleraba aún más.Era la primera vez que iría a verla a su casa, desde que sucedió ese beso que los juntó en un arrebato de pasión inocente y fugaz… Llegó frente a su casa, y pensó dos veces o más en llamar a la puerta. Al final, se decidió, y lo hizo.
Ella salió a recibirle, cruzaron un par de palabras de cariño, se abrazaron, y empezó el arrebato de pasión, como había sucedido la última ocasión… Después de un par de minutos bajo aquella puerta desvencijada, surgió la pregunta de rigor para esas ocasiones: “¿Hay alguien más en casa?”. Ella respondió que no, y él lo suponía: Ambos padres trabajaban juntos en ese tiempo, así que ese hecho era casi seguro. - ¿Puedo Pasar? – le preguntó a Libragae, a lo cual ella, después de un par de dudas, asintió con la cabeza.
Entraron a la sala de aquella pequeña estancia, muy parecida a la casa de él, aunque de más reducida. Sonaba al fondo esa canción ilustre de el finado Pedro Infante, “Amorcito Corazón”, y ambos tomaron asiento en el sofá del living. Ella lo abrazó, y él empezó a tararear. Después de acariciar unos minutos su ensortijado cabello, ella susurró un suave “te quiero” rompiendo aquel silencio que solo llenaban los tarareos de aquella romántica canción de películas en blanco y negro, y el volvió a silenciar el ambiente con un beso sobre sus labios, el cual siguió después rumbo a su cuello, y después siguió su rumbo apasionado, como si nada más existiese, y en aquel momento así era. Eran solo ellos, solo esa atmósfera apasionada que se hacia más grande y densa a medida sus labios descendían en su níveo cuerpo.
Ella no oponía resistencia. Parecía haber esperado por ello, parecía que sabía que el destino armaría esta cita en la que ellos serían uno. Todo lo que podría estorbar el curso de sus besos empezaba a desaparecer poco a poco, y ella también hacía lo suyo. Aquellos dos principiantes en las artes de amar, parecían casi expertos por ese torrente embriagante de hormonas expelidas por esos cuerpos en incipiente danza.
Todo estaba dado, todo estaba listo, y sucedió el momento mágico, nada más en su alrededor podría detener ese momento. Ambos fueron uno, ambos lo disfrutaron, ambos llegaron a ese punto, ambos fueron felices en ese momento, ambos quedaron satisfechos, ambos se fundieron en un abrazo, y no importaba nada. Eran uno, así de simple…
Se hizo tarde, y ninguno quería dar el adiós… pero debían hacerlo, no tardaban en aparecer sus padres. Levantóse de aquel sofá testigo, arregló sus vestiduras, y se despidió con un beso cual jamás en su vida había dado. Susurró en “te amo” en el oído de ella, y salió veloz de la casa, con una sonrisa de oreja a oreja, pensando en ella, en lo que sentía, en su níveo cuerpo y las curvas que él por primera vez sintió. Y supo al fin que aquello que sintió en el sofá de aquel living, era lo que llamaban “pasión”.
Domingo, Noviembre 7, 2010
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Fíjese que es como si tuviera una pelicula en mi cabeza, mientras leo cada escena se revive, se recrean imagenes, sensaciones, sentimientos...
ResponderEliminarFino, muy fino...
bendiciones....
Wow! Y más wow porque algo similar le pasó a un amigo (omito nombres).
ResponderEliminarSaludos!
Precioso el relato, consigues meternos dentro de la piel de los personajes. Mi enhorabuena por tu blog, que acabo de descubrir
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