El aparato en el lugar del corazón hasta ese momento cumplía
su labor perfectamente, ya el antiguo con esas migajas de cariño hubiese
saltado al infinito, mas con este se mantuvo impertérrito y siguió normalmente
con el saludo, frío, tranquilo, como si nunca nada hubiese pasado en sus vidas,
nada bueno, nada malo, nada que recordar con sentimiento alguno.
Ella percibió la indiferencia, pero, siguió platicando
tratando de disimular la expresión de sorpresa al ver mi reacción. Parecía que,
después de estas semanas sin vernos, ella quería recuperar todo lo que perdió
en un sólo instante de traición, que quería hacer las pases, que quería
recuperar lo que un día existió, mas no sabía del cambio que había sucedido en
mi.
Sus esfuerzos eran infructuosos. Buscaba en mis ojos una
mirada de amor, y simplemente se perdía en la profundidad de la vaga mirada que
yo tenía en esos momentos al escuchar su verborrea justificando sus errores y
buscando perdón.
Cansada de ver mi actitud, decidió hacer una última movida
desesperada por volverme hacia ella, e inclinándose por sobre la mesita de
aquel café, me sujetó el rostro y me dió el mejor beso que recibí en mi vida.
Al momento en que sus rosados labios se posaron sobre los mios en aquel
arrebato pasional, sentí en mi pecho algo diferente, algo más se movía, algo
que no debía hacerlo, o que no sentí antes.
“¡Es la cuarta aguja!”, pensé para mi mismo. Esa aguja
misteriosa que no se movía, pero que justo ahora lo hacía, y que me permitió
sentir durante ese beso todos los sentimientos que había detenido por todo este
tiempo, y me dejó volver a amarla, y me dejó perdonarla en ese instante.
Justo en ese momento pensé que el aparato por el que había
cambiado mi corazón falló. El hombre de la muleta me había prometido que este
no permitía los sentimientos de ninguna manera, que eso lo hacía mejor opción
que el corazón natural, y los sentimientos entraron como en estampida con ese
beso desesperado del amor de su vida.
Recordó las últimas palabras del tipo antes de salir del
local “Haga buen uso del aparato y así funcionara como le expliqué”. “Buen
uso”, ¿cuál habría sido el mal uso que le di?, pensé para mi.
Rapidamente dejé de pensar todo eso, y, una vez rota la
presa que sostenía el caudal de mis sentimientos, no hice más que dejarme
llevar por el momento. Al momento pude ver la sinceridad que acompañaba al
montón de palabras que escuché antes con desdén, no eran sólo palabras al
viento. Regresamos a casa, y todo fue como al principio. Todo regresó a la
normalidad.
Al siguiente día, desperté temprano para ir al mercado donde
cambié mi corazón por el aparato que hoy llevaba en mi pecho, con la esperanza
de encontrar al hombre de la muleta. Pude encontrarlo casi al mediodía, había
cambiado de local.
La razón de mi visita era simple, quería saber por qué el
aparato que me dió había fallado, aun cuando ese hecho no fuese algo por lo que
yo estuviese molesto. Cuando me acerqué, el hombre me reconoció y le pareció
extraño que le visitara. Le expliqué mis razones, lo que había sucedido, y mi
interrogante más grande, “¿por qué si se suponía que no permitía sentimientos,
el aparato me había dejado sentir al recibir ese beso, y curiosamente la cuarta
aguja se había movido en ese momento?”.
El hombre tomo asiento, y me explicó el funcionamiento de
las agujas. Me explicó que al ser cuatro, estas hacian las veces de los
ventrículos y auriculas del corazón original, pero que, una en especifico era
la que permitía la entrada de los sentimientos, fuesen estos buenos o no, todo
esto según una historia antigua que sus abuelos le contaron. Así, el aparato
que me proporcionó estaba hecho para que no entrara sentimiento alguno ya que
esta aguja que no se movía representaba esa cavidad del corazón. Al no moverse,
no funcionaba, y el problema estaba resuelto.
El por qué del fallo. Simplemente me lo explico así: “Hay
personas, situaciones, lugares y momentos que nada puede impedir que sean
amados por uno, son simplemente así, especiales. Yo le dije que hiciera un buen
uso del aparato, pero parece no me hizo caso, ud. volvió a ver a esta persona
que le había lastimado el corazón original, y ella simplemente hizo surgir esos
recuerdos de una manera tan intempestiva y sincera que el aparato no resistió,
y la aguja que controlaba eso cedió, y le permitió sentir de nuevo. No es un
defecto del aparato, es operación normal.”
En ese momento entendí que de no haber sido algo sincero,
algo real, algo que usualmente le llaman “amor” lo que sucedió aquella tarde en
aquel café. esa aguja simplemente hubiese permanecido quieta, y nada más
hubiese sucedido. Me convencí que ella era para mí, y que yo soy para ella. Me
levanté del banquito donde estaba sentado, y me fui a casa.
Justo saliendo, desde la puerta del local el hombre de la
muleta me dijo: “Ahora sabrás de mejor manera como se siente eso que le llaman
‘amor’, una vez esa aguja ha sido desbloqueada, los sentimientos se perciben
mejor. Que los disfrutes”. - Seguro lo haré - le respondí, mientras una sonrisa
llenaba mi rostro, y amor llenaba ese aparato en mi pecho, que podía volver a
llamar “corazón”.
Gracias a @Un_Extra por permitirme colaborar en este cuento al que él puso el principio de la historia, y pude ponerle este final, entre otros finales alternativos escritos por otros blogueros. Lea también "El Corazón" por @Un_Extra , "Perderlo todo para ganar" por @KR_Accidental y "No puedes huir" por @Carolein121
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